Es obvio que la elección de uno de los tres caminos está condicionada por
la edad, la posición en el organigrama y las expectativas laborales, pero
también lo es que nadie podrá permanecer ajeno a las exigencias de la
transformación digital. Es humano que el cambio produzca vértigos, porque el
espacio digital plantea transformaciones en la forma de trabajar, de
relacionarse, de comunicarse. Sobre todo ha producido una aceleración de los
plazos de respuesta, una nueva percepción de los tiempos que puede generar
ansiedad. Del mismo modo, la percepción de complejidad deriva de las ingentes
posibilidades que proporcionan las nuevas tecnologías, aunque finalmente cada
persona se concentre solo en aquellos dispositivos y aplicaciones que pueden
resultar útiles para su vida laboral y social.
La adaptación es ineludible.
Estos tres tipos de reacciones que se producen en las personas también se
aprecian en las organizaciones, particularmente en las empresas. Sin embargo,
la inteligencia colectiva ha trabajado para comenzar a aparcar las actitudes de
búsqueda de prórrogas de la vida off line, ante la evidencia de que el mundo ya
es digital, multipolar y está cada vez más enrededado. Las organizaciones
transitan entre la segunda y tercera actitud, aunque la velocidad de adaptación
depende del tipo de industria, la generación de sus líderes y la cultura de
innovación que propicien.
Es un error diferenciar espacios off y on line. En los países desarrollados
todo el mundo disfruta al menos de algún tipo de conexión on line, incluso
aquellos que reniegan de las nuevas tecnologías. Por tonto que sea un móvil es
un enlace inteligente con la vida digital.
En consecuencia, si el mundo es digital, la reputación también es digital.
La mejor manera de combatir el vértigo a la digitalización es conocer lo
que ocurre. Los propios sistemas de información facilitan la tarea de escuchar,
evaluar, extraer conclusiones y actuar. La escucha está en el principio del
nuevo proceso de comunicación. Se trata de monitorizar las menciones y
conversaciones que produce una organización con el legítimo interés de influir
en ellas, intentar canalizarlas, orientar las respuestas y generar
interacciones que generen valor para ambas partes.
Para saber lo que ocurre o puede ocurrir no es suficiente con escucharse a
sí mismo, hay que establecer elementos de comparación. Todas las posiciones
necesitan una referencia; de hecho, la media actúa como tal para dirigir los
planes de mejora. En este sentido, los rankings, monitores índices no son fines
en sí mismos, sino medios para analizar comparativamente e identificar áreas de
mejora.
El nacimiento del Índice de Reputación Digital (DRINDEX) es una buena
noticia para todos aquellos que hayan superado las dos primeras actitudes y
estén dispuestos a navegar sin prejuicios por los océanos de la comunicación.
La reputación es el premio que reciben aquellas organizaciones que cumplen con
la misión que se encomiendan, transmiten a sus grupos de interés una visión por
la que merece la pena luchar y da sentido a sus operaciones y comparten sus
experiencias.
Solo existe una reputación y su terreno de juego es on line.
Fuente: Sitio Cero