26 nov 2014

Por qué ya no podemos escapar de Facebook

En el metro de camino a casa dos chicas jóvenes hablaban en los asientos de al lado. Una preguntaba a la otra por su ausencia de Facebook, y la interpelada respondía que ni se planteaba tener cuenta allí, que no se fiaba. Y hacía esto mientras respondía primero a un mensaje de WhatsApp y luego mostraba a su amiga una imagen suya en Instagram.



Es más que probable que la chica que declaró no fiarse de Facebook ignorara que estaba utilizando otros dos servicios propiedad de esa compañía. Y que la gratuidad que les supone no es tal, todo forma parte de un intercambio que muchas personas no comprenden haber acordado cuando han aceptado unas condiciones de uso (un contrato de adhesión) para utilizar esas aplicaciones. No lo sabe, pero no puede escapar de Facebook, quizás como tampoco el resto podamos. Al menos de momento.

Yo cerré mi cuenta en esa plataforma hace meses, y creé otra exclusivamente para gestionar las páginas que manejo profesionalmente. No quería seguir entregando datos a Facebook y simplemente había concluido que la aportación de valor para mí había caído al mínimo, que me enteraría por otras vías de las cosas que pudieran ser realmente importantes de mi entorno. Entre otras, por WhatsApp, que fue comprado por Facebook en una operación inesperada y brillante desde el punto de vista empresarial.

Toda la gente que conozco utiliza esa aplicación de mensajería. Sin excepción. Algunos tienen también instalada alguna otra de respaldo, como Line o Telegram, pero la utilizan solo cuando WhatsApp se cae. Su dominio del mercado es abrumador en España, y tras esa posición se encuentra Facebook, que a su vez tiene una posición preeminente como plataforma de contacto entre conocidos y distribuidor de clics a gran escala para medios o marcas.

Mezclar ambas cosas supone dejar volar la mente en torno a posibilidades infinitas de datos cruzados hasta un nivel de concreción que nos asustaría, especialmente por lo que tiene que ver con la geolocalización. Facebook sabe quién eres, con quién te relacionas, lo que te gusta y dónde estás. Y lo sabe porque tú, de una forma o de otra, se lo cuentas puntualmente.

La política de compras de Facebook recuerda a la de Google, en el sentido de que gracias a ella fue abarcando posibilidades que luego fueron decisivas para su liderazgo. Estoy pensando sobre todo en las adquisiciones de Double Click, el estándar publicitario de Google que usan tantas webs bajo el nombre DFP, y también en la YouTube, el portal en el que todo el mundo piensa cuando se habla de vídeos. Guardando las distancias, la compra de Instagram y WhatsApp por parte de Facebook es asimilable a esas operaciones en cuanto a nichos de mercado abiertos de repente.

Y, al igual que Google, Facebook pasó hace tiempo de ser una empresa razonablemente simpática, con una filosofía fresca y actitudes e intenciones aparentemente interesantes para todos, a un gigante quesabe demasiado, acumula demasiado y ha de ser metido en cintura cada cierto tiempo por la ley en lo relativo a la protección de datos de sus usuarios.

Estos, tal y como daba a entender un estudio de Pew, quieren más seguridad sobre el papel, pero en realidad se ven arrollados por el deseo de compartir para adquirir notoriedad entre sus iguales. Facebook descubrió para el mundo la increíble capacidad del ser humano para erigirse en protagonista de su película ante sus conocidos, el uso de estos como secundarios de oportunidad en sus fotos y relatos, y la recompensa social del me gusta o el comentario como fin de actitudes que generaciones anteriores difícilmente entienden

No podemos escapar de Facebook por distintos motivos. Porque nuestros amigos no se mueven de ahí y salir significa perder una parte del relato colaborativo de las vidas que allí se cruzan; porque WhatsApp es la herramienta imprescindible para estar en contacto permanente con ellos o para ligar, o para sostener relaciones que la distancia hubiera hecho imposibles; o porque Instagram es una droga dura basada en la autoexposición en la búsqueda permanente de la aprobación de los demás.

El futuro es hiperconectado e hipercomunicado, por lo que parece. Y, si es así, mi impresión es que los auténticos rebeldes son los que vivan al margen de ese sistema nervioso central que es ahora mismo Facebook. Estarán fuera de la plataforma y sus aplicaciones subsidiarias, pero nunca totalmente, ya que nuestra imagen es un constructo colaborativo entre nosotros y quienes rodean. A menos que uno sea un ermitaño y vete por la fuerza a sus amistades sobre fotos, referencias, etc en las que aparezca, lo cierto es que no podemos escapar de Facebook.

Fuente; Medium.com
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