9 nov 2014

Reflexiones sobre el periodismo

Un artículo de Maruan Soto Antaki quien nos hace una reflexión sobre los periodistas en México, que pese a estar a mucha distancia de Bolivia, las similitudes, reflexiones  que nos trae se aproximan al modo de actuar del periodismo boliviano.

¿Qué preguntas hay que hacer y quién debe responderlas? El periodismo es eso que debe proporcionarle al ciudadano, las herramientas para enfrentar abusos. Cuando se viven los momentos que vemos en cualquier medio, la labor del periodista cobra importancia fundamental para que una sociedad funcione. Lo he dicho antes, en este espacio y durante cenas, donde mis perros voltean al comedor cuando escuchan las voces subir de tono. Respeto demasiado el oficio y aunque no soy uno de ellos, me crié en una casa de sobremesas inundadas por estos temas. Mis padres fueron en alguna época periodistas de los auténticos, conviví y aún lo hago con algunos, de esos que cubrían guerras y viajaban por el mundo en busca de entrevistas. Así conocimos a Arafat en Managua, a Gadafi en Libia, de esta forma se trabajó en periódicos clandestinos durante una de las peores épocas de nuestro país. Aprendí a leer al revés por la costumbre de ver los tipos en las placas que iban a la prensa y de chico, me ensucié con tinta que por momentos intentaba desenmascarar la verdad pero otros, imprimía pequeños infiernos.

Todos dicen respetar la prensa, el oficio, pues. También lo dicen quienes de ninguna forma lo hacen y es posible que por ese falso respeto, muchos se consideran respetables. Ahí aparecerá la mayor carga para esa profesión, cada día más necesaria en el asco de mundo que tenemos. Un mundo en el que la corrupción destruye lo que tenga a mano, donde la violencia ha perdido el límite de la decencia porque sí, algún día incluso ella tuvo algo de decente. El periodista no debe ponerse encima, sino a un costado de los malos, con el ojo sobre sus hombros y la pluma a disposición de los buenos.

El respeto al periodismo, su fuerza, viene de la historia y el trabajo. Se luchó por ella, se sigue haciendo. No hay posibilidad de defensa para aquellos que intentan ponerle candados y menos hacia los que se dejan callar por quien sea. La prensa, sin embargo, está en crisis y no sólo la tradicional, también los medios independientes. Para sobrevivir, enfrentan un escenario brutal contra factores externos e internos.

Ataques como los que ha recibido la redacción de este medio donde escribo, pasan de lo deleznable a lo ridículo. Amenazas burdas, acusaciones idiotas, rectificaciones tibias y una limitada respuesta de las autoridades. Los adjetivos sobran porque explican poco. Decía, no hay justificación posible y por eso, sólo puedo aplaudir la valentía en las respuestas que son honestas. No escarbaré más en esto, no existe medio que no haya sufrido los embates de enemigos y todos saben bien cómo defenderse.
Me preocuparé por los dilemas internos que veo en una buena parte de aquellos que en todos lados, encuentran al peor enemigo en sí mismos. Esto al final, es un asunto que creo vale la pena reflexionar un poco.

La prensa que hoy tenemos, jamás debe solapar o prestarse al linchamiento, pero lo está haciendo. Las razones son claras, el descontento y las arbitrariedades permiten que el enojo se haga moneda y cuando éstas suenan, siempre se quiere que suenen más. Mucha de la prensa que hoy leo o escucho, se ha transformado en la institución del rumor y el rumor se hizo verdad, espectáculo de masas. Todo por sacar la noticia antes que el vecino. Demasiados intentos de análisis caen en la diatriba, son escuetos ensayos que podrían dar más. Difunden cosas sin necesidad de investigarlas o verificarlas, ya luego se pondrá una nota que desmienta como si eso evitara la mentira o el daño. Esas menciones que rectifican, pasan desapercibidas como vapor de té. Esto no es antídoto para el error y de estos habrá muchos, cuando ocurran, espero que los medios le den tanta importancia a sus fallas como lo hicieron con los encabezados. Así es como se mantiene la cara limpia.

Nuestro país, aquel que debía ser de ideas y reflexión, se transformó en el del titular, el desplegado y el deslinde. Nada de eso es responsable y no se me ocurre profesión que deba ser más exigente a esto que la del periodista. ¿Cuántos se ciñen a las notas de alabanzas que se les pasan? ¿Cuántos de verdad están haciendo lo suyo? ¿Cuántos se aprovechan de la credulidad del ciudadano que piensa la verdad es aquello que no aparece en la televisión? ¿Cuántos propietarios de certezas absolutas se hacen poderosos, por encima de los poderosos? Se han vuelto mesías y de buenos periodistas apenas mantienen la acreditación.

Dejemos de pensar en un periodismo neutral que a éstas alturas es tonto, no habría porqué tenerlo. ¿Quién quiere un periodista que frente al malo sea complaciente? Pero tampoco quiero que lo acribille, no es su papel. Tampoco es juzgarlos porque no es Estado, no es ley y a veces se comporta como tal. Decir que se intenta la neutralidad exime del papel de formador de criterios que la prensa tiene y este papel, aunque no lo quiera, es su más reciente carga –en realidad, no sólo la quiere sino que se empalaga con ella–. Si en otros tiempos la responsabilidad se limitaba a la veracidad, la gallardía y la investigación, a los hechos, hoy traen a cuestas las respuestas que la sociedad adopta como discursos propios. De la violencia que hoy acongoja a México, la investigación periodística debería de tener dos vertientes: la inmediata, definitivamente. Qué coños pasa con la gente que desaparece y después se encuentra en hoyos que perforan la tierra como queso francés. Luego viene la investigación profunda, ¿cómo México se pudrió tanto que el nivel de violencia se hizo costumbre? ¿Qué ocurrió para llegar a esto? Estas preguntas entran al terreno antropológico, posiblemente filosófico y el periodista está en el lugar adecuado para intentar explicarlas.

La prensa por momentos no se ocupa de estas cosas. En sus dictámenes se apresura y no busca generar debate. El periodismo, que tiene ejemplos admirables en todos sitios, de forma extensa se ha hecho un medio de verdugos. Y nosotros les aplaudimos.

Nos debe preocupar la censura externa al punto de denunciarla a la menor provocación, sin duda pero, también tiene que hacerlo la manipulación que se asoma como propia. Poner el encabezado que dice una cosa para que los contenidos hablen de otra, es buscar la nota roja en pos de reconocimiento y se evade la verdadera información cuando no vende ¿cómo se le llama a eso?
Ser verdugo social para transformarse en héroe no es loable. La valentía y la duda, lo incorruptible, lo honesto, es lo que me gustaría en todos los medios. Ahora, hay poca reflexión alrededor de lo que pasa.

La información puede ser una de las herramientas más importantes de la democracia, si queremos llegar a ella, no permitamos que la balanza se incline a cualquier extremo porque tan despreciable es uno como el otro. Al periodismo lo que le hace falta, es sumergirse en los grandes temas morales.

Fuente: SINEMBARGO
Share:

Vídeo Destacado

Posts Recientes

Entradas Populares

Archivo del Blog

Síguenos en: